Cuando la Justicia se aproxima a un momento decisivo, toda la sociedad suele detenerse a observar. El caso de Magalí Vera, que conmovió a Necochea desde la misma madrugada del 1º de diciembre de 2024, está a punto de ingresar en la etapa más sensible y definitiva: el juicio oral y público contra Héctor Javier Cerfoglio, único imputado y detenido, acusado de “homicidio cuádruplemente calificado”.
Esta última instancia no es solo un paso procesal y administrativo. Es, también, la oportunidad para que la comunidad herida y su familia encuentren respuestas, y para que el Poder Judicial muestre que el femicidio no es un expediente más en la maraña burocrática de los tribunales, sino un crimen que debe juzgarse con toda la contundencia del derecho.
La investigación, liderada por el fiscal Marcos Bendersky desde la Fiscalía Nº 10, avanzó rápidamente tras el crimen. Cerfoglio fue imputado por “homicidio cuádruplemente calificado por el vínculo, por haberse cometido mediando violencia de género, por ensañamiento y alevosía”. Esta calificación conlleva una posible pena de prisión perpetua, el máximo castigo previsto en el Código Penal argentino para un hecho de estas características.
La defensa intentó morigerar la acusación, pidiendo que se reencuadre en “homicidio simple”. Sin embargo, el Juzgado de Garantías Nº 2, a cargo de la jueza Aída Lhez, desestimó esa estrategia y ratificó la calificación agravada solicitada por la fiscalía. La resolución consolidó la imputación y abrió la puerta a la elevación a juicio, confirmando que las pruebas reunidas son suficientes y robustas para sostener los agravantes más severos.
De este modo, el caso se encuentra en condiciones de ser ventilado en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 de Necochea, donde se espera que el debate se desarrolle en el primer semestre de 2026.
En cada paso del expediente, la voz de Felipe Vera, padre de Magalí, ha sido sumamente importante. Frente al aniversario del nacimiento de su hija, en una misa realizada en la Parroquia de Lourdes, recordó con emoción el instante en que la vio por primera vez: “Magalí hubiera cumplido hoy 35 años, fue todo como una ráfaga en esta vida (…). Observé una luz rosa en la sala de partos (…) ella me sonrió con un gesto con su boca y ese fue el sello que tuvo para el resto de su vida”.
Sus palabras, teñidas de nostalgia y dolor, contrastan con la firmeza de su reclamo judicial: “Hay prueba contundente y se hará justicia por mi hija, no tengo ninguna duda de ello, ya que, además, hay mucha prueba contra (Javier) Cerfoglio y no quedaron cabos sueltos”.
Felipe Vera ha sido claro en su acompañamiento al trabajo de la Fiscalía, aunque también reconoció que hubo una decisión de “benevolencia” al no sumar el agravante de criminis causa, que podría haber ampliado aún más la severidad de la acusación.
El femicidio de Magalí Vera no fue solo un drama privado. Es, además, un espejo en el que se refleja la sociedad de Necochea y, en general, el país entero. La violencia de género, tantas veces denunciada y tantas veces invisibilizada, apareció en nuestra ciudad con toda su crudeza.
Cada etapa de la causa ha estado acompañada por movilizaciones ciudadanas, marchas, homenajes y misas, en las que se repitió una consigna: “Justicia por Magalí”. No se trata únicamente de castigar a un culpable, sino de reafirmar que la vida de las mujeres no puede seguir siendo segada por vínculos violentos, naturalizados o silenciados.
La inminencia del juicio oral pone de relieve también el valor de la publicidad de los actos judiciales. Que el debate se realice de cara a la sociedad debe ser una garantía de transparencia, pero también un acto pedagógico: mostrará cómo funciona la Justicia y debería enviar un mensaje disuasorio a potenciales agresores.
El caso Vera ha adquirido también un peso institucional. Para la Fiscalía, representa la posibilidad de demostrar que el Ministerio Público puede trabajar con eficacia y rapidez en delitos de altísima complejidad. Para el Poder Judicial, es la ocasión de mostrar sensibilidad social y firmeza procesal en un crimen marcado por la violencia de género.
En este punto, vale recordar que la pena de prisión perpetua, a la que se enfrenta Cerfoglio, no es una mera hipótesis: es una consecuencia directa si el Tribunal Oral convalida la imputación con todos sus agravantes.
La espera para la familia Vera ha sido larga y dolorosa. Incluso puede que aún tras el fallo, sus sentimientos no logren cambiar. Cada fecha conmemorativa, cada audiencia, cada novedad procesal ha significado revivir el trauma. Sin embargo, ahora se abre un horizonte donde, al menos, la verdad judicial podrá ser expuesta, escuchada y debatida.
El juicio oral y público contra Héctor Javier Cerfoglio no devolverá la vida de Magalí, pero puede ofrecer algo esencial: la certeza de que hubo un crimen, que se identificó a su autor y que el Estado respondió con justicia.
Este proceso debe ser también un recordatorio de que detrás de cada expediente hay una vida, una familia y una comunidad golpeada. En palabras de Felipe Vera, “no quedaron cabos sueltos”. La sociedad espera que tampoco los haya en la sentencia final.
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