“Clausurarían otro sector del Casino”. El sábado 19 de noviembre de 1994, la tapa de Ecos Diarios presentaba, entre otros, este título. “Por la crítica situación del edificio”, agregaba el texto. Hace 30 años, este tema era un punto de debate en el mundo político local.
Puede que llame la atención, pero tres décadas más tarde, el Casino de Necochea sigue siendo una cuestión de agenda pública o, al menos, debería serlo, ya que durante todo este tiempo, la situación no sólo que no mejoró, sino que empeoró.
“Este cierre se sumaría al autorizado por la Zona 1, medidas ambas que fueran motivadas por la deficiente calidad de la estructura edilicia y falta de mantenimiento de las dependencias”, mencionaba la nota de este medio, haciendo referencia a que la decisión había sido adoptada por Lotería Nacional Sociedad del Estado, por aquel entonces, la que administraba el Casino de Necochea.
Ante esta situación relatada en la nota, se decidía que la sala de juegos (ruleta, y punto y banca) se trasladaría momentáneamente al foyer del Teatro Auditórium y durante el verano, en el área conformada por la boite y el restaurante.
El Complejo Casino, tal su denominación, fue administrado por el gobierno nacional de turno hasta finales de los 90. Tras la reelección de Carlos Menem al frente de la presidencia, y con Julio Municoy como jefe comunal de Necochea, el Casino fue transferido hacia la Provincia y al mismo tiempo a la Municipalidad para su explotación.
Una situación que prácticamente fue festejada en aquel entonces por la comunidad política vernácula, rápidamente se entendió que, en realidad, terminaría siendo una complicación económica, financiera y estructural.
Las primeras intenciones del gobierno local de turno fueron las de “privatizar” algunos sectores, con el objetivo de mantener algunos servicios por fuera del sector de la Sala de Juegos, la cual seguía siendo explotada por la Provincia. Así, la boite, el restaurante, el Teatro Auditórium y el sector del bowling fueron concesionados a privados.
Posteriormente, llegó el primer siniestro de importancia que comenzó a gestar el final del edificio. El fuego tendría su primer gran efecto devastador en la noche del 9 de agosto de 2001, cuando se desató un voraz incendio. Según las pericias posteriores, un cortocircuito originado en el área de las máquinas tragamonedas dio rienda suelta a las llamas, que con notable esfuerzo los bomberos, acudieron diez dotaciones, lograron controlar sobre la medianoche.
Más adelante en el tiempo, el gobierno radical de Daniel Molina tomó una iniciativa similar a la de su antecesor. Incluso, realizó una licitación internacional con el objetivo puesto en generar que un privado invirtiera y recuperara el espacio. Incluso, se planteaba la posibilidad de la construcción de un hotel 5 estrellas. Pero la convocatoria no tuvo ni siquiera un candidato y quedó desierta.
Desde ese entonces y prácticamente hasta la actualidad, los diferentes gobiernos municipales mostraron muy poco interés en poder recuperar el sector. Algunos por falta de recursos económicos y otros porque no tuvieron ideas acordes.
Años atrás, ante un reclamo de la empresa concesionaria del servicio de recolección de residuos, que buscaba cobrar la deuda cumulada, el gobierno de Facundo López propuso hacer frente a la misma con la entrega de una parte de ese sector, cuestión que finalmente no ocurrió.
Ya en la actual gestión, se volvió a insistir con la inversión privada, luego de que otro incendio destruyera gran parte del Teatro Auditórium. En este caso, se propuso una venta del predio. Tras la aprobación de la idea por parte del Concejo deliberante, hubo un oferente. Pero la falta de la documentación necesaria volvió a dejar trunco el objetivo dispuesto por Arturo Rojas.
Pero dejando de lado los datos históricos que han influido de forma negativa en la estructura edilicia del Casino, desde aquel 1973 a la actualidad, también hay que decir y contar que durante estos más de 50 años pareciera que el lugar nunca fue tomado en cuenta como propio de la ciudad.
En principio, porque la administración era nacional y luego, ya a cargo del municipio, debe decirse que siempre fue “un problema para la gestión” de turno y el resto del arco político y social de Necochea lo miró de costado.
Ha habido ideas presentadas por algunas instituciones locales y también partidos políticos, claro. Por ejemplo, que allí funcione una universidad, algo que parece difícil desde varios puntos, entre ellos, el más importante: es un lugar frente al mar, creado con fines netamente turísticos en una ciudad que, en principio, debería mostrar un desarrollo en la materia.
Todo hace pensar que el lugar debería ser pensado como un punto turístico de excelencia. Al menos, así lo era en décadas anteriores. Pero ¿por qué ha quedado en total abandono? Pareciera ser la pregunta del millón de dólares.
Por supuesto, la política tiene una gran responsabilidad en esto, pero tal vez la sociedad toda también debiera plantearse un debate sobre lo que ha sucedido hasta el momento. ¿O debemos esperar a un nuevo título en Ecos Diarios, sobre la clausura de algún otro sector, para abrir la discusión?
“Yo veo al futuro repetir el pasado…”, dice la canción que titula esta columna. Es momento de que la letra cambie, al menos si queremos recuperar un lugar que fue ejemplo de desarrollo y turismo en todo el país.
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