El rumor comenzó como una filtración en los pasillos de la Legislatura bonaerense y en las oficinas del Instituto Patria: Axel Kicillof, gobernador de la provincia de Buenos Aires, y algunos ministros bonaerenses analizan la posibilidad de unificar las elecciones legislativas provinciales con las nacionales de octubre de 2025. Si bien la Constitución de la provincia le otorga al Ejecutivo la facultad de fijar el calendario electoral, la decisión -en caso de concretarse- no sería meramente administrativa. Al contrario: tendría implicancias de peso en el juego político nacional y en las disputas internas del peronismo, además de reconfigurar el tablero de la oposición.
Como todos sabemos, la Provincia de Buenos Aires no es una jurisdicción más: concentra cerca del 40% del padrón electoral del país, define -por volumen y simbología- el tono del debate nacional y suele ser el campo de batalla decisivo en toda elección. Desde su primer mandato en 2019, Axel Kicillof ha buscado construir una identidad bonaerense con anclaje peronista, pero también con una marcada autonomía respecto de los armados tradicionales. Su reelección en 2023, en medio de un peronismo desordenado, le dio aire y centralidad.
En ese contexto, unificar las elecciones legislativas bonaerenses con las nacionales no solo reduciría los costos económicos y logísticos de una elección separada (como ocurrió en 2021 y 2023), sino que le permitiría a Kicillof intervenir de lleno en la discusión nacional con un capital político consolidado. No como un mero gobernador, sino como un actor con poder de arrastre.
Este punto es clave: si el gobernador busca proyectarse a nivel nacional -ya sea como armador o como eventual candidato presidencial en 2027-, la estrategia de alinearse con el calendario nacional lo favorece. Le permitiría condicionar las listas nacionales, negociar lugares en el Congreso desde una posición de fuerza y, al mismo tiempo, nacionalizar su gestión, llevándola al centro del debate público.
El peronismo, parecería, enfrenta una paradoja: por un lado, necesita renovar su oferta política; por el otro, aún sigue atrapado en una interna entre Kicillof y Cristina Fernández de Kirchner que no logran saldarse.
Unificar las elecciones le permitiría al kirchnerismo duro -aún dominante en el aparato bonaerense- “marcarle la cancha” al resto del PJ. Si se vota todo el mismo día, la boleta larga volverá a jugar un rol determinante: traccionar hacia abajo desde la figura de una cabeza de lista. En este esquema, Kicillof podría convertirse en el gran ordenador de listas, y condicionar incluso la estrategia nacional del peronismo.
Sin embargo, esto también conlleva riesgos: si el candidato del peronismo no logra atraer al votante, arrastra hacia abajo toda la boleta. En cambio, si las elecciones se realizan en fechas separadas, el gobernador podría "despegarse" de una mala performance nacional y refugiar su poder en la gestión local. Por eso, no todos en el PJ ven con buenos ojos esta jugada.
La pregunta clave es: ¿confía Kicillof en que el peronismo nacional llegará competitivo a octubre de 2025? ¿O sugiere esta maniobra que cree que solo con unidad absoluta y boleta completa pueden aspirar a conservar bancas clave en el Congreso y la Legislatura bonaerense?
La oposición no es ajena a estos movimientos. Juntos por el Cambio, ahora fracturado en varios subespacios, y La Libertad Avanza, en consolidación, deberán recalcular sus estrategias si se unifican los comicios.
Para los libertarios, que aún no cuentan con un armado sólido en la provincia, la boleta larga puede ser una oportunidad. Si Javier Milei logra conservar una imagen competitiva, su arrastre puede colar diputados nacionales y hasta legisladores provinciales en distritos donde hoy tienen escasa inserción. La elección nacional unificada les permitiría colgarse de la ola presidencial, evitando el desgaste territorial.
Juntos por el Cambio, pareciera que tiene más para perder. En elecciones separadas, los intendentes radicales o del PRO podrían focalizar sus campañas en distritos donde tienen buena imagen, esquivando el ruido de las disputas nacionales. Pero si deben jugar todo el mismo día, se verán obligados a alinearse con un liderazgo nacional que hoy no está definido y que podría polarizar las listas. Además, una elección unificada reduciría su margen de maniobra para acuerdos tácticos locales.
Desde lo legal, el gobernador puede fijar la fecha sin necesidad de consultar al Congreso provincial. Lo hizo en 2021, al desdoblar las fechas de las PASO y las generales, y lo repitió en 2023. Lo volvió a hacer meses atrás, desdoblando la elección para el 7 de septiembre. Pero la legitimidad política de esta decisión depende del contexto.
Si se percibe como una jugada táctica para favorecer al oficialismo, puede ser objeto de críticas tanto por parte de la oposición como desde dentro del peronismo. Pero si se plantea como una medida para "alinear ciclos" y "ahorrar recursos", puede instalarse como una decisión sensata, especialmente si se comunica con claridad y transparencia.
No hay que perder de vista un dato: la condena a Cristina Fernández de Kirchner. Diez días atrás, todo estaba confirmado: por un lado la elección bonaerense y por otro la nacional. Sin embargo, lo ocurrido la última semana podría modificar ese escenario.
Así lo dejó entrever el propio Kicillof y su ministro más cercano, Carlos Bianco. Sin duda alguna, unificar o no las elecciones legislativas bonaerenses con las nacionales será una de las decisiones políticas más relevantes del 2025. No se trata solo de logística electoral, sino del modo en que el peronismo -y Axel Kicillof en particular- piense su presente y proyecta su futuro.
La decisión aún no está tomada. Pero el solo hecho de que se esté discutiendo ya revela la tensión de fondo: el peronismo se debate entre reorganizarse o replegarse, y la provincia de Buenos Aires -como siempre- será el escenario donde esa batalla se defina.
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