Una de las más grandes y su relación con Necochea
Blanca Podestá, considerada una de las más grandes de su época, realizó varias presentaciones en noviembre de 1921 y luego regresó en 1932, 1934 y 1938
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Ecos Diarios
Hace 100 años, la actriz del momento, visitaba nuestra ciudad. Blanca Podestá llegaba con su compañía teatral para realizar varias presentaciones.
En noviembre de 1921, Podestá ya era sinónimo de buen teatro. En aquellos años en que la televisión no existía y la radio no alcanzaba el desarrollo técnico que tendría unos años más tarde, el entretenimiento no se encontraba, como ahora en el living de cada hogar, sino en el cine o en la sala teatral.
Ir al cine era una rutina diaria, especialmente en una ciudad del interior como Necochea. En aquellos tiempos se proyectaba todos los días un capítulo distinto de algún serial cinematográfico (primitivo antecesor de las series televisivas). Pero la presencia de una compañía teatral como la de la Podestá, significaba un quiebre en la rutina de cualquier pueblo del interior.
Según publicó Ecos Diarios el 10 de noviembre 1921, “además de muchísimas familias de nuestra sociedad, un público numerosísimo” asistió al debut de la compañía teatral de la actriz Blanca Podestá.
En ese momento, era considerada como “el más fuerte temperamento dramático del teatro rioplatense”. Así la definió nada menos que el dramaturgo español Jacinto Benavente, premio Nobel de Literatura en 1922 y autor del clásico “Los intereses creados”.
Blanca Podestá provenía de una familia de actores, clowns, músicos y artistas que marcaron al teatro argentino durante un siglo. Su tío Pepe Podestá creó el inolvidable payaso Pepino del 88 y su versión pantomímica de Juan Moreira significó un hito para el teatro nacional.
“Jerónimo, José, Pablo, Blanca, José Francisco, Aurelia, Zulema, Elsa, Sara, Hebe, Totón, Marino, toda la estirpe, en mayor o menor medida, enriqueció la actividad teatral argentina”, escribieron Javier Groshaus y Alba Muñiz en un artículo publicado años atrás en la revista cultural La Maga. “De aquellos genoveses -Pedro y Teresa- llegados al país en 1840, a María Esther, primera vedette del Maipo, actriz de cine, radio y televisión, el apellido Podestá es una referencia ineludible y un orgullo argentino”.
La presencia de la compañía de teatro de Blanca Podestá, Alberto Ballerini y Carlos Morganti significó un suceso y debido a ellos se debió duplicar el número de funciones.
El elenco debutó con “El gringo Barattieri”, comedia en tres actos de Alberto Novion, el jueves 10 de noviembre de 1921. Al día siguiente presentó “Mi pobre muñeca”, de María Alvear de Burgos y el sábado “Mamá Clara”.
El domingo ofrecieron dos funciones: “Te quiero, te adoro”, de Roberto Gache, y “La carrera del charrúa”, de B. Aquino. El lunes, “Botafogo”, de Florencio Parravicini, el martes “Ki-Ki”, de Julio Escobar, el miércoles “Kolossal mujer” y, el jueves 17, “La mano de Dios”.
El regreso
Blanca Podestá nació el 6 de julio de 1889 en La Plata. La hija de Jerónimo Podestá pisó por primera vez el escenario a los seis años y pronto decidió dedicar su vida al teatro.
Intérprete sensible e intuitiva, compuso a lo largo de su carrera más de 500 personajes. Debutó a los doce años en “Caín”, de García Velloso, en reemplazo de la primera actriz de la compañía, su hermana María.
A los 23 años se incorporó al elenco de su tío Pablo y ambos triunfaron en la interpretación de los personajes de obras como “El Zonda” y “El viaje de Don Eulalio”.
Tiempo después, retomó esas obras y metió en su piel personajes masculinos que antes había asumido Pablo.
En 1920 creó su propia compañía y abrió la puerta a autores internacionales como Dario Niccodemi y Bernard Shaw. Con esa compañía llegó a Necochea en 1921.
Regresó 11 años después, en 1932. El 28 de diciembre subió a escena con la obra “La emboscada” del dramaturgo francés Henry Kistemaekers.
Actuó a sala llena y al día siguiente puso en escena “Mamá Colibrí”, de Henry Bataille. Otra vez el viejo París presentó sus mejores galas y una selecta concurrencia aplaudió a la artista.
El 30 subió a escena “Alma doliente”, de J.J. Berutti, obra estrenada poco antes en el Teatro Marconi de Buenos Aires.
Como cierre del espectáculo, Blanca y Pablo Acchiardi, uno de sus principales colaboradores, interpretaron un monólogo de Ernesto Vilches titulado “Así son todos”. Daniel Alvarado leyó poemas y Pablo Acchiardi interpretó “La huelga de los herreros”, de Coppe.
El último día del año 1932, Blanca Podestá estrena “El ladrón”, de Henry Berstein. Y luego, para cerrar la jornada, la actriz, junto a Enrique Roldán y Daniel Alvarado, presentaron “Accidentes de trabajo”, del autor italiano Darío Nidodemi.
Así concluyó un año inolvidable para los necochenses amantes del teatro. Pero aquella pequeña temporada teatral no terminó allí, continuó hasta el 4 de enero de 1933, en la sala del Teatro París, cuando Pedro Lafourcada todavía era el propietario.
El primero de enero de ese año, la compañía realizó otra función de “La emboscada” y por la noche presentó “La llama sagrada”, de Sommerset.
En los días siguientes, subió a escena con “El calvario de una madre”, de Ruiz Huidobro; “La enemiga del hombre”, de Darío Nidodemi, y por último, “La sombra”, del mismo autor.
En un artículo publicado por Ecos Diarios, anunciando la obra “La enemiga del hombre”, se realizaba la siguiente recomendación a los lectores. “La dirección de la compañía no recomienda esta obra a las señoritas, por lo audaces y atrevidos de sus conceptos sobre el amor y las mujeres”.
El cariño local
En la noche del 4 de enero de 1933, cuando el público necochense se preparaba para despedirla, Blanca Podestá dialogó con Ecos Diarios.
Estaba junto a Pedro Lafourcade, en la sala de avenida Alsina (hoy 59). Extendió la mano al cronista y habló de la impresión que le había causado el público local.
Destacó el cariño que había recibido durante su estadía en la ciudad y no ocultó su admiración por los eucaliptus de la avenida, las playas y el Puente Colgante.
Pero no fue la última vez que estuvo en Necochea. Volvería a actuar con su compañía en 1934 y en 1938. En 1942, ya retirada, regresó, pero para pasar aquí el verano y disfrutar de las playas que tanto admiraba.
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