Un oficio que lo convirtió en maestro para toda la vida
Augusto Teodori dio clases de taller durante 42 años en la Escuela Industrial. También fue operador telefónico y aprendió de su padre a reparar máquinas de coser
Alejandra Fernández
Redacción
“En el colegio éramos muy fraternos, tanto alumnos como maestros. Con los chicos nos llevábamos de maravillas y si alguno se portaba mal la penitencia era ponerlo a barrer el taller un ratito”, evocó Augusto Teodori, que se desempeñó durante 42 años como maestro de Máquinas y herramientas en la Escuela Industrial.
Evocar su paso por el establecimiento lo llena de orgullo y emoción porque tuvo el privilegio de ser uno de los que trabajó en la construcción del nuevo edificio de calle 46 y Jesuita Cardiel.
Además de la docencia, Teodori se desempeñó como operador telefónico en horario nocturno y continuó, durante muchos años, con el oficio de su padre que reparaba máquinas de coser.
Hoy, a los 88 años, luego de una intensa vida de trabajo, comparte sus días junto a su esposa, su gran compañera desde hace 64 años con quien formó una gran familia.
“Toto”, tal como lo llaman sus conocidos, terminó la escuela primaria en Necochea y, como su padre quería que fuera tornero, lo inscribió en la Escuela Industrial de Tres Arroyos.
Hizo la carrera en aquella localidad y una vez recibido de técnico Mecánico, vino a trabajar a nuestra ciudad, “empecé trabajando en el astillero Vanoli y cuando se creó el Colegio Industrial el director me llamó porque hacían falta profesores para taller porque no había gente con título en algunos oficios”.
Construcción
Ingresó en el año 1954 y se desempeñó en el cargo hasta 1995, fue uno de los docentes que, junto al alumnado, colaboraron en la construcción del actual edificio, cuando parecía una gran epopeya.
Y al respecto contó que “todos los días de mañana y tarde, los maestros dividían a los chicos y los llevaban a hacer de peón albañil o se quedaban en el taller; también, con un camión volquete iban hasta Costa Bonita a cargar arena”.
De este modo los estudiantes tenían la posibilidad de aplicar todos los conocimientos porque los ponían en práctica en la obra y en taller del establecimiento.
Añora amorosamente los tiempos que vivió en la escuela y comentó sonriente que “tengo entendido que los viejos que sabíamos el oficio ya estamos todos jubilados”.
Cabe mencionar que Teodori estuvo en el establecimiento desde su creación, cuando las primeras clases teóricas se dictaban en instalaciones del Colegio Nacional para luego pasar a una casona alquilada en la calle 60, mientras que el taller funcionaba en la zona de la rotonda de avenida 59 y diagonal.
En el transcurso de la entrevista destacó el gran grupo humano que se había formado que junto a la cooperadora solían organizar fiestas en el taller del nuevo establecimiento, “una vez hicimos un baile y temía que se cayera la escuela porque éramos como quinientos”, dijo entre risas.
Simultáneamente, trabajaba de 20 a 23.30 como operador telefónico, porque el turno nocturno era ocupado exclusivamente por hombres, y contó que “eso nos ayudó para que mis chicos estudiaran. Siempre trabajamos muchos los dos”, dijo en referencia a su esposa que explotaba un hotel familiar.
Orgullo
Los recuerdos se agolpan y la emoción se hace presente mientras “Toto” relata su historia pero es notable el amor con que vivencia cada uno de los relatos y con mucho orgullo afirmó que “los chicos eran muy trabajadores y el primer egresado del colegio que se recibió de ingeniero fue Tergiwessen, que estuvo diseñando aviones en Canadá”.
Desde que está jubilado se dedica a tomar clases de cerámica y arregla máquinas de coser como un hobby aunque es el oficio que aprendió desde la cuna, “mi papá me enseñaba como se armaba y se desarmaba, así fue experimentando”.
Augusto Teodori nació en Quilmes, “por accidente” porque como sus padres estaban radicados aquí y no tenían familiares que la acompañaran su mamá fue a la casa de sus familiares, “cuando estaba por nacer se fue a la casa de mis abuelos y al mes nos vinimos”, señaló.
La pandemia modificó muy poco su tranquila vida de jubilado, hace sus habituales caminatas, conduce su automóvil y anhela retomar sus clases de cerámica en la Escuela Municipal de Artes, y a pesar del tiempo transcurrido no pudo evitar decir que “la verdad que al colegio lo extraño mucho”.///