Un enorme corazón de niña
La dura experiencia de una infancia marcada por las necesidades y el dolor, llevaron a Nélida Luján a desear ayudar a los chicos. Desde hace seis años está al frente del merendero 2cientas Sonrisas, en el barrio General San Martín
Por Juan José Flores
Redacción
Nélida Lujan trabaja incansablemente desde hace seis años en el merendero 2cientas Sonrisas, en barrio General San Martín. Este año, a pesar de la pandemia y la cuarentena, ella ha seguido con la actividad solidaria.
Se pone los guantes y el barbijo y sale a repartir bolsas de alimentos a las familias de los chicos que por las medidas de restricción no pueden asistir al merendero.
“Mi infancia no fue buena. Pasé hambre y frío y eso es lo que me lleva a hacer esto. Yo sé lo que es estar con la panza vacía. Un niño sin comida en el estómago, no tiene salud, no tiene escuela, no tiene nada”, afirmó Nélida.
Por ello, explicó, “lo importante para mí es poderle dar algo”.
“En el barrio los chicos han pasado toda la pandemia jugando afuera y eso lo dice todo. Ojalá pudiéramos darles lo que necesitan”, se lamentó Nélida.
Aprender sola
Nélida Luján tiene 58 años, ocho hijos y diecinueve nietos. Nació en Necochea, pero pasó una dura infancia en Claraz.
“Empecé a trabajar a los ocho años. Cuando me pude ir de mi casa, prácticamente huí”, recordó. “En ese momento no entendía y pensaba que la violencia era algo cotidiano. Después me di cuenta de que no es así”.
Pero la pequeña Nélida no soportó y se fue a trabajar con su abuela, que tenía un tambo. “Yo me levantaba a las 5 de la mañana a ordeñar con ella. Y a las 8 volvía con los cántaros de metal. Recuerdo que tenía que levantar los brazos porque era tan chica que los recipientes tocaban en el piso”.
“Un día mi papá encontró una señora que le preguntó si no me dejaba ir a trabajar a Necochea”, explicó.
Fue así como a los 12 años, Nélida vino a Necochea a trabajar “con cama adentro”.
Hasta ese momento ella aprendía copiando lo que hacían los adultos, porque su educación formal no había pasado de primer grado. “Era tanta la pobreza que teníamos que no fui más a la escuela”, explicó.
“Pero cuando me vine a trabajar a Necochea, la dueña de casa era una maestra. Gracias a Dios encontré a esta mujer que me mandó al colegio y me celebraba los cumpleaños, algo que yo jamás había tenido”, dijo Nélida.
“Hoy no tengo secundaria, pero tengo muchos diplomas”, explicó Nélida, que ha realizado cuánto curso ha podido y sigue estudiando.
Trabajo y solidaridad
“Yo trabajo por horas en cinco casas, también para el Club Danés y en el Comedor Municipal, un día a la semana, donde se entrega la vianda a la gente”, explicó Nélida. “En realidad otra cosa no sabría hacer”.
“Me formé con el trabajo, mirando y copiando a las buenas personas que me tocó conocer. Aprendí muchísimo”, afirmó. “La gente me quiere y eso me ayuda mucho a seguir adelante. Hoy, soy feliz, no me sobra, pero no me falta”.
“Siempre tuve la inquietud de hacer algo por los chicos. Pero nunca tomé la iniciativa de hacerlo”, explicó Nélida Luján.
Finalmente, la decisión llegó a partir de la propuesta de su amiga Alejandra Pascale. “Un día me dijo que había que hacer algo por los chicos”, precisó.
Así como comenzó la idea del merendero 2cientas sonrisas. Primero la vivienda de una vecina de Nélida, luego en la vereda de su casa.
“Hace seis años que empecé con esto. Muchas personas me ayudaron. Mi esposo tenía un taller y no podía trabajar más, así que con el aporte de la gente le pusimos un techo y portón corredizo y ahí empezó el merendero adentro, porque sino, cuando llovía, teníamos que meternos todos apretados en el comedor de mi casa”, señaló.
“Yo siempre me preocupo porque ellos tengan la pancita llena y después pueden ir al colegio.
En estos cinco años les he conseguido camperas, zapatillas nuevas, regalos de Navidad y de cumpleaños… Todas esas cosas las hago porque en realidad yo las viví y sé de muy adentro lo que se siente”, dijo Nélida.
“Nosotros somos muy discriminados por el lugar donde vivimos. Y aparte de lo que pasamos, tenemos que llevar el dolor al hombro, porque todos dicen: en el barrio 200, ni entro. A mí me duelen esas cosas. No voy a negar que pasan cosas, pero no es como dicen”, afirmó Nélida.
Por eso, sigue trabajando incansablemente por los chicos. “Hay que darle una oportunidad a los niños”, afirmó Nélida, quien a pesar de lo dura que fue su infancia, pudo formar su propia familia y hacer su pequeño gran aporte a la comunidad. “Se puede. Lo importante es que se puede. Sólo hay que tener ganas y dedicar tiempo”.///