Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Ramón Valdés, el hombre que nunca tuvo enemigos
A 37 años de su partida, la figura de Ramón Valdés sigue viva en el corazón de millones. Mucho más que Don Ramón, fue un hombre sencillo, afectuoso y lleno de talento, cuya historia personal se entrelaza con la de uno de los personajes más queridos de la televisión latinoamericana
Cada 9 de agosto, la memoria colectiva de Latinoamérica recuerda con cariño a uno de los rostros más entrañables de la televisión: Ramón Valdés, el hombre que, más allá de interpretar al inolvidable Don Ramón en El Chavo del 8, dejó una marca profunda por su calidez, humildad y autenticidad, dentro y fuera de la pantalla. A 37 años de su muerte, su figura sigue vigente, no sólo por sus gestos exagerados y sus frases célebres, sino por la vida que construyó con esfuerzo, arte y amor.
Ramón Antonio Esteban Gómez de Valdés y Castillo nació en México en 1923, en el seno de una familia numerosa y artística. Hermano del legendario Germán Valdés, conocido como Tin Tan, Ramón creció en un ambiente de creatividad, música y cine. Pero su camino no fue fácil. Antes de alcanzar la popularidad, trabajó como carpintero, pintor, cocinero y oficinista. Conocía bien lo que era deber la renta, llegar justo a fin de mes y reinventarse una y otra vez para salir adelante. Lo curioso es que, sin querer, esas vivencias terminarían moldeando al personaje que lo inmortalizaría.
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Fue en el año 1949 cuando debutó en el cine junto a su hermano en Calabacitas tiernas, iniciando una carrera que lo llevaría a participar en más de cien películas. Sin embargo, el gran salto llegaría décadas después, en la televisión, cuando coincidió con Roberto Gómez Bolaños en Los Supergenios de la Mesa Cuadrada. De aquel encuentro nació una amistad y una complicidad profesional que cambiaría la historia de la comedia hispanoamericana.
Gómez Bolaños sabía lo que tenía delante: un talento único, espontáneo y profundamente humano. Por eso, cuando ideó El Chavo del 8, no dudó en convocar a Ramón Valdés y le dio una indicación muy simple pero contundente: “sé tú mismo”. Así nació Don Ramón, el vecino del departamento 14, viudo, desempleado crónico, perseguido por la renta y por las bofetadas de Doña Florinda, pero también lleno de ternura, honestidad y sentido del humor. Su hija, la Chilindrina, era el reflejo de su lado paternal, mientras que los constantes enredos con los vecinos retrataban, con picardía, la lucha cotidiana de cualquier hombre de barrio.
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Detrás del personaje, sin embargo, había un hombre igual de entrañable. Ramón Valdés fue padre de diez hijos, fruto de tres matrimonios. Uno de ellos, Esteban, lo recordó recientemente con palabras conmovedoras: “Era amoroso, afectuoso, cocinaba, cantaba, dibujaba. Aun cuando las cosas iban mal, él tenía una forma única de hacernos ver el lado bueno”. Su vida familiar estuvo llena de amor, creatividad y cercanía, incluso después de separarse de sus parejas. Mantenía vínculos con todos sus hijos, quienes convivían como una gran familia ensamblada. Lo que mostraba en la pantalla, lo vivía también en su casa: cariño, ternura y una capacidad infinita de hacer reír.
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Valdés no fue un actor que se escondía tras un personaje. Era, en esencia, el mismo hombre frente y detrás de cámara. Por eso, cuando se alejó de El Chavo del 8 en los años 80, su ausencia fue notoria. La dinámica del programa cambió, y personajes clave quedaron sin su contraparte: la Chilindrina sin padre, el Señor Barriga sin deudor, la Bruja del 71 sin su eterno amor, y Doña Florinda sin blanco de sus bofetadas. Carlos Villagrán, quien interpretaba a Quico, lo definió sin rodeos: “Quitas a Don Ramón y se acaba el programa”.
La vida de Ramón se apagó el 9 de agosto de 1988, a los 63 años, a causa de un cáncer que comenzó en el estómago y se extendió a la médula ósea. Su nieto Miguel contó que, gracias a los cuidados médicos, pudo partir sin tanto dolor. Y también reveló algo esencial: hasta en sus últimos días, Valdés no perdió el humor. Villagrán, su amigo entrañable, lo despidió con una anécdota que lo pinta de cuerpo entero. “Lo abracé, llorando, y me dijo: ‘Ya no llores, cachetón… te espero allá’. ‘¿Con el Señor?’, le pregunté. ‘No te hagas pendejo, allá abajo’, me respondió”. Un adiós a su manera: con humor, con cariño, con vida.
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A días del estreno de la serie Chespirito en la plataforma Max, donde su figura volverá a la pantalla en una biopic autorizada por su familia, su legado se renueva. Miguel Islas interpretará a Don Ramón, y ya las primeras imágenes han emocionado a quienes lo conocieron. “Cuando lo vi caracterizado como mi papá, me hizo llorar”, reconoció Esteban Valdés. Porque aunque Ramón partió hace casi cuatro décadas, en realidad, nunca se fue. Basta prender la tele, ver una repetición, escuchar una de sus frases célebres o recordar una de sus mil muecas para sentir que está ahí, presente, haciendo reír con esa mezcla perfecta de ternura, picardía y humanidad.
Ramón Valdés no necesitó grandes discursos ni premios para ganarse el cariño del público. Le bastó con ser él mismo. Por eso, 37 años después de su partida, sigue siendo el hombre que nunca tuvo enemigos.
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