Los 170 años de un sueño de grandeza
Desde el 3 de agosto de 1854 hasta la puesta en marcha del proyecto “Ciudad de Quequén”, en 1889, pasaron 35 años
Por Juan José Flores
Redacción
Los vecinos de Quequén celebraron ayer los 170 años de la fundación de la localidad al recordar el 3 de agosto de 1854, cuando en el paraje La Ballenera, un grupo de loberenses se reunió para acordar el lugar donde se iba fundar la ciudad cabecera del distrito.
Hasta ese momento Lobería no contaba con una localidad cabecera y los vecinos estaban divididos entre quienes pretendían que que la fundación se realizara en la desembocadura del río Quequén y los denominados “serranos”, que aspiraban a un pueblo en el interior del distrito.
Este fin de semana se presentó tanto en Necochea como en Quequén el libro de Hugo Alconada Mon (“La cacería de Hierro”) se centra en la investigación del crimen de dos niños en Quequén, en 1892.
Si bien el pueblo que los vecinos loberenses querían levantar a orillas del Quequén nunca se fundó, el atroz crimen deja claro que ya en 1892 existía en Quequén al menos un caserío.
El 31 de diciembre de 1889 comenzó la venta de lotes para levantar la “Ciudad de Quequén”. El proyecto pertenecía a la compañía “Ciudad de Quequén” y el trazado correspondía al agrimensor Eugenio Moy.
El plano original de la ciudad incluía nada menos que 13 plazas, un parque público, hipódromo y una estación ferroviaria.
Según una nota presentada por el representante legal de la firma, Alfredo Meabe, al Poder Ejecutivo provincial el 19 de julio de 1889, el objetivo de empresa era levantar una ciudad que contara con "todas las comodidades necesarias tales como la pavimentación, iluminación, mercados, una red completa de tranvías, aguas corrientes y teléfono".
La compañía tenía como presidente a Hugo A. Bunge y su principal accionista era Manuel J. Guerrico, propietario de las tierras donde se efectuaría la urbanización.
Una capital
En su libro "El litoral Sudeste bonaerense", el arquitecto Raúl Arnaldo Gómez Crespo escribió que el diseño de Moy "era sumamente ambicioso, tanto por sus dimensiones como por su forma misma, muy semejante a la de la ciudad de La Plata".
"El sector principal del amanzanado consistía en un damero, orientado a medio rumbo, de 24 por 24 manzanas de 100 metros por 100 metros cada una, separadas por calles de 20 metros", según el libro de Gómez Crespo.
Dos avenidas de mayor ancho dividían este sector en cuatro secciones o cuarteles, cada uno de ellos recorrido por dos diagonales que se cruzaban en una plaza hexagonal.
"La ciudad proyectada tenía además una plaza central formada por cuatro manzanas, cuatro plazas menores, de una manzana, en los vértices de la cuadrícula, y otras cuatro romboidales en las medianas del perímetro", señalaba Gómez Crespo.
Pero esto es sólo el sector principal del ejido urbano de la ciudad imaginada por Moy. "El amanzanado se prolongaba hasta llegar a la margen del río, formando otras dos secciones, una de ellas de forma irregular, con 24 por 10 manzanas en su mayor extensión y la restante formada por dos triángulos, uno compuesto por unas 100 manzanas y otro de diseño pintoresquista", agregaba.
La ciudad estaba rodeada de quintas de dos hectáreas y también una zona de chacras de cuatro y ocho hectáreas.
La zona medanosa de la costa, entre el ejido y las playas, se reservaba como parque público y se preveían los terrenos para el emplazamiento del hipódromo, en la esquina este del ejido, y de la estación ferroviaria, dentro del amanzanado.
El autor del libro, que tomó los datos del Departamento de Geodesia provincial, escribió que "en el plano, un letrero indicaba, al noroeste del ejido, una zona para futuras extensión de la ciudad".
En los papeles
El Departamento de Ingenieros no presentó objeciones al proyecto, que fue aprobado por el gobierno de la Provincia el 2 de junio de 1890.
"El ferrocarril llegó a Quequén en 1892, y la estación se ubicó en el solar previsto en el plano de Moy", escribió Gómez Crespo. "Tres años después, en 1895, se inauguraba el gran Hotel Quequén, sólo comparable en envergadura al Bristol de Mar del Plata".
Sin embargo, debido a las dificultades económicas que debió enfrentar, la compañía no había esperado la aprobación de los planos para comenzar a vender solares y ya en diciembre de 1889 habían comprado tierras Julián Ortiz y Manuel García.
Precisamente debido a la situación financiera, el ambicioso proyecto de la compañía no llegó a concretarse. Sólo se respetó la parte del plano más próxima al río.///
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