La playa del suave declive, “la mejor y más segura”
Hace 100 años salir de vacaciones era un lujo que sólo podían darse las personas de la clase alta. En esa época se instalaban en Necochea durante todo el verano.
JUAN JOSE FLORES
Redacción
Desde principios del siglo XX, miembros de la clase alta porteña y de otros lugares del país llegaban a los hoteles de la naciente Villa balnearia para instalarse durante todo el verano.
Era la época de hoteles magníficos, como La Perla, el Necochea Hotel y otras gigantescas construcciones que le peleaban metros a las dunas.
Según una crónica publicada hace 100 años, "la playa, que constituye uno de los encantos más apreciables de la moderna ciudad, es, al decir de los que la conocen prácticamente y conocen otras del territorio de la provincia, la mejor y más segura".
"Está circundada por varios hoteles de esmerado confort, casino y dos ramblas, una particular y la otra oficial, que está actualmente en construcción, la que una vez terminada costará 1.000.000 $ m/n. Tendrá 150 metros de longitud por 5.500 metros de superficie cubierta. La construcción es de cemento armado y parte mampostería, con revoques imitación piedra. Será provista de obras sanitarias. Entre las muchas comodidades, se destacará el gran casino y salón de teatro-biógrafo", agregaba el cronista.
"La rambla particular es del señor Fernando Sampietro, y aunque su construcción es de madera, presenta un digno aspecto y, a la vez, reúne buenas comodidades".
El sueño turístico
Aunque al fundarse la ciudad, en 1881, los necochenses ya soñaban con un balneario, recién en 1945 se expropiaron las tierras para urbanizar la zona que hoy se conoce como Villa balnearia.
Don Julián Azúa, pionero del turismo en la ciudad, habilitó una casa de baños junto al mar en 1883. Al año siguiente comenzó a cavar los cimientos del legendario hotel La Perla del San Sebastián Argentino.
El nombre del hotel refleja lo que Azúa pensaba de las playas necochenses. Las comparaba con las de las afamadas Bahía de San Sebastián, en el país vasco.
Los primeros pobladores tenían tal confianza en las posibilidades turísticas de estas cosas, que en 1988 la firma Praderes Hermanos presentó un proyecto para construir el primer gran hotel turístico.
En 1894, Juan B. Patau proyectó delimitar entre "la orilla Sur del pueblo y el mar" un lugar para balneario en terrenos que pertenecían a los herederos del General Eustoquio Díaz Vélez.
Con la solución, en 1898, del enojoso pleito sobre las tierras donde estaba plantada la ciudad de Necochea, pueden comenzar a concretarse estos proyectos.
A fines de 1901 Eustaquio Díaz Vélez (heredero del general Eustoquio Díaz Vélez) comenzó las gestiones para la fundación de un pueblo entre el ejido de Necochea y el océano.
En febrero de 1902, el ingeniero Carlos Paquet realizó el proyecto. El Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires dictaminó que el proyecto debía ser modificado, pues la extensión de las manzanas era considerada excesiva.
Allí comenzaron los inconvenientes y no por Díaz Vélez, sino por las autoridades. Los herederos del dueño de la tierra proyectaron un trazado de avanzada turística, superior al de Pinamar.
Aunque se escucharon voces de protesta contra la familia Díaz Vélez, fue el Concejo Deliberante el que no aprobó el proyecto.
El 26 de septiembre de 1927, al aprobarse la ley 3.928 de ensanche del ejido de Necochea en 10.000 hectáreas, los herederos de Díaz aceptaron también el ensanche de lo que ya comenzaba a llamarse Villa Díaz Vélez.///
Minigolf
El 16 de enero de 1931, Ecos Diarios publicaba un artículo que anunciaba la inauguración de un parque de diversiones en la Villa balnearia. Uno de los principales atractivos del parque en cuestión era un minigolf.
Según el diario, la obra era iniciativa de los hermanos Marino y había sido construida "sobre la Diagonal Abásolo, al lado del Hotel Marino La Perla".
"Forma parte del referido recreo el Modern Golf, con una vistosa y original cancha de golf en miniatura, la cual ha sido planeada por el ingeniero civil especialista en construcciones de esta índole, Teodoro Argerich", explicaba el citado artículo.
El parque se complementaba con una pista de patinaje y una cancha de croquet y había una confitería al aire libre y una orquesta típica.
La zona balnearia, que en la temporada veraniega era poblada por familias de la clase alta porteña, tenía mucho de salvaje en aquellos días, cuando las edificaciones competían por ganar terreno ante las dunas.///
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