La artesana de la madera que renace desde Necochea
Una historia de resiliencia, arte y amor por lo que hace
En las ferias del país hay quienes venden, y hay quienes cuentan historias. Silvia López, artesana de madera nacida en Córdoba pero radicada en Necochea hace años, es de esas personas que hacen las dos cosas al mismo tiempo. Su pequeño stand es una explosión de color, nostalgia e imaginación. Pero esta vez, entre autitos de madera, mapas tallados a mano y aviones que parecen flotar en el aire, hay algo más: una historia que arde, pero no se apaga.
Desde hace más de quince años Silvia viaja cada julio al norte argentino para participar de la tradicional Feria Artesanal del Parque Aguirre, en Santiago del Estero. El evento convoca a cientos de artesanos de todo el país. Pero este 2025, su llegada estuvo marcada por una pérdida que todavía se siente en cada palabra que pronuncia.
“Hace un mes perdí todo. Todo”, repite con los ojos llenos de lágrimas, como si aún no pudiera creerlo. Su madre falleció en junio. Una semana después, una centella provocó un incendio que devoró su taller en Necochea. El fuego arrasó con máquinas, herramientas, moldes y años de trabajo. Solo se salvó lo que ya había cargado en su camioneta para el viaje. Con eso, y con el impulso de su fuerza interior, llegó igual.
Silvia trabaja la madera desde hace dos décadas. Lo suyo no es una herencia familiar ni un oficio aprendido en la escuela. Es vocación pura. De esas que nacen con uno. “Esto es mío, me lo hice yo”, afirma. En su taller, antes del incendio, creaba piezas únicas: juegos didácticos, vehículos, mapas, juguetes simples que despiertan algo profundo en quienes los miran. “Me gusta ver la cara de todos cuando ven estas cosas, porque les recuerda toda la infancia”, cuenta.
El nombre de su emprendimiento es Punchao, que en quichua significa “salida del sol”. Y no podría estar mejor elegido. Porque incluso después de que todo ardiera, Silvia decidió salir al camino con lo que tenía. Y desde su puesto en la carpa 10, stand 161, volvió a tender la mano a sus clientes y a las historias que cada objeto evoca.
Dice que en Santiago se siente en casa. “Soy de tres lugares: Necochea, Córdoba y Santiago”, asegura. Porque no solo viaja con sus productos, también con sus afectos. Su compañera de ferias, Vanessa, la acompaña en cada paso. Comparten el mate, los días y el oficio.
En 2019 también enfrentó el cáncer de mama. Y como en cada prueba que le puso la vida, eligió avanzar. “No me pregunté ‘¿por qué a mí?’. Pensé: ¿qué tengo que hacer para no morirme?”. Hoy, después del fuego y de la enfermedad, sigue de pie. Con sus manos, con su memoria, con el mismo lápiz con el que redibuja moldes y reinventa su mundo.
En un país donde tantas veces las noticias hablan de cierre de talleres, de crisis económica o de abandono cultural, la historia de Silvia es una bocanada de humanidad. Una mujer que desde el sur del mapa —desde nuestra ciudad— se lanza todos los años al viaje más complejo de todos: seguir creyendo. Y en cada juguete, en cada pieza tallada a mano, está también su manera de resistir, de sanar, de no dejarse vencer.
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