Hugo del Carril y la cría de nutrias
En marzo de 1972 se produjo una insólita visita del famoso cantante a nuestra ciudad para conocer un criadero. Una década más tarde, volvería a Necochea, a brindar un espectáculo de tango, perseguido por sus ideas políticas
JUAN JOSE FLORES
Redacción
El sábado 11 de marzo de 1972, Necochea recibió una visita inesperada pero memorable. El cantante, actor y director de cine Hugo del Carril, figura consagrada del tango y del cine nacional, llegó a la ciudad para saludar a su amigo Luis Salinas, en lo que sería una breve pero significativa escala en su vida personal y artística.
El encuentro se concretó en la residencia ribereña “Vallecito Verde”, propiedad de Livio Retrivi, luego de que el artista participara de un almuerzo ofrecido por el Dr. Leonardo Abel Aguerre en su campo de la zona de Energía.
Allí, además de disfrutar de la hospitalidad de los anfitriones, Del Carril habló extensamente sobre una de sus pasiones menos conocidas: la cría de nutrias, una actividad que había comenzado a desarrollar años antes en su establecimiento modelo de El Tigre.
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Un pionero de la cría de nutrias
Del Carril explicaba con entusiasmo las posibilidades económicas que ofrecía el rubro, señalando que la Argentina contaba con tierras fértiles y un potencial enorme para la explotación de esta especie.
“Desde Corrientes hasta el sur de Buenos Aires hay campos perfectamente aptos”, afirmaba convencido. En ese momento proyectaba la instalación de un nuevo criadero en Ayacucho, seguro de que la venta de carne y pieles de nutria sería una fuente importante de divisas para el país.
Optimista y visionario, el intérprete veía en esa actividad una alternativa que combinaba naturaleza, trabajo y producción.
Pero no todo fueron temas rurales en la amena charla. Durante dos horas, el artista compartió anécdotas, reflexiones sobre su carrera y firmes opiniones sobre la cultura nacional con un pequeño grupo de presentes entre los que se encontraban el camarista marplatense Horacio Bergallo y otros amigos comunes.
Entre el arte y el compromiso
En 1972, Del Carril gozaba aún del prestigio ganado por décadas de éxitos en la música y el cine. Había triunfado esa misma temporada en Mar del Plata, donde batió récords de recaudación junto a su esposa y sus cuatro hijos. Pero en la conversación con Ecos Diarios también dejaba entrever su preocupación por el rumbo del país y por el futuro de la cinematografía nacional.
“Hay quienes comercian con nuestra historia y nuestros próceres”, dijo con tono crítico, lamentando que aún no se hubiesen llevado al cine las vidas de figuras como Alem, Yrigoyen o Jorge Newbery. Su frustración era evidente: su proyecto de filmar la vida del caudillo Pancho Ramírez había quedado trunco por falta de apoyo.
También recordó “La sentencia”, una película suya filmada veinte años antes, en la que ya abordaba el tema del consumo de drogas, un problema que por entonces recién comenzaba a emerger en la sociedad argentina.
Años difíciles
Aquel Hugo del Carril afable y reflexivo que visitó Necochea en 1972 vivía una etapa de madurez artística, pero también de tensiones políticas que marcarían el resto de su vida. Pocos años más tarde, volvería a enfrentar prohibiciones y censura por su adhesión al peronismo, como ya había ocurrido durante los años de la llamada Revolución Libertadora.
“Los sueños de mi padre y de mi abuelo los cristalizó Perón. Entonces, ¿cómo puedo dejar de ser peronista?”, solía decir. Esa convicción lo llevó a grabar la marcha “Los muchachos peronistas”, decisión que selló su destino artístico y lo convirtió, pese a su enorme talento, en un perseguido político.
En 1981, casi una década después de aquella visita a Necochea, Del Carril regresó a la ciudad para protagonizar el espectáculo “Buenas Noches Necochea”. Por entonces confesaba estar “hastiado de tanta persecución” y soñaba con radicarse en Colombia, donde había sido homenajeado en un festival dedicado a Carlos Gardel.
A pesar de los obstáculos, siguió siendo fiel a su arte y a sus ideales. En 1985 recibió el Premio Konex y un año más tarde fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. Su vida se apagó el 13 de agosto de 1989, dejando una huella indeleble en la cultura argentina.
Una visita para el recuerdo
La breve estadía de Hugo del Carril en Necochea en 1972 fue, sin saberlo, un encuentro con un hombre en el umbral de los años más duros de su carrera. Aquel mediodía en “Vallecito Verde” quedó grabado en la memoria de quienes compartieron con él su cordialidad, su humor y su pasión por el país.
En palabras del cronista que lo entrevistó entonces, “las dos horas resultaron cortas para escuchar sus anécdotas y opiniones sobre el acontecer nacional”.
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