Hay un elefante en el cuarto… ¿qué hacemos con el casino?
Alfredo Álvarez (*) - Para Ecos Diarios
Tal vez resulte irrealizable, tal vez sea simplemente una mala idea, pero voy a tomar el riesgo de plasmarla en papel.
Desde hace bastante tiempo, Necochea se diferencia de muchas otras ciudades por un detalle no menor, algo así como un sesgo negativo anidado en muchos de sus habitantes. Resulta difícil escuchar a un marplatense hablar mal de su ciudad, y ese ejemplo de orgullo, o pertenencia, puede verse replicado en muchos habitantes de diferentes ciudades o provincias. Lamentablemente no ocurre lo mismo aquí, y recostarse en la queja y la carencia se ha transformado en un lugar común para mucha gente, que paradójicamente ni amaga con hacer algún aporte para generar algún tipo de cambio al respecto.
Cada paso por esa triste postal que forman el casino y el otrora maravilloso balneario ACA, me mueve a pensar alternativas, proyectos, desarrollos. Les dejo aquí una idea que compartí con funcionarios y otros actores influyentes en la ciudad, sin demasiado éxito. Como escribiera más arriba, tal vez sea porque es inviable, o por tratarse de una mala idea, no lo sé. Pero ahí va de todos modos.
Es sabido que existen oferentes interesados para nuestro derruido Casino, pero todos ellos pugnan exclusivamente por la parte del juego, de ninguna manera lo hacen para ningún desarrollo inmobiliario o de otro tipo. Es entendible que la parálisis de la ciudad ahuyente las inversiones, máxime cuando se trata de apuestas tan grandes. Pero no se han planteado aún alternativas mixtas.
El proyecto que imagino consiste en tokenizar -esto es decir dividir en pequeñas porciones- la inversión a realizar, de manera que el desarrollo, que puede ser hotelero, habitacional, cultural, o una combinación de todo ello, pueda contar con la participación de todo aquel que quiera ser parte de la composición societaria de algo que podría transformarse en un emblema de la ciudad, y una piedra angular para un relanzamiento que la deposite en ese lugar de privilegio que supo ostentar allí por los años 70, además de reconquistar de alguna manera ese sentido de pertenencia que hace a las grandes cosas.
Aunque no soy experto en el tema, la tokenización tiene su debido respaldo en la blockchain, lo que transforma al sistema en algo así como anti-corrupción, dado lo inviolable del citado registro digital. Asimismo, los fondos pueden ser manejados por un fideicomiso de composición mixta otorgando transparencia al proyecto.
De esa manera, cualquier vecino, o quienquiera que desee invertir en este sueño, puede participar con aquello que le resulte posible, y su aporte resultara proporcional a la remuneración que recibirá una vez que esté en marcha el emprendimiento. No importa si son cien dólares o cien mil, cada necochense que pueda y quiera formará parte de este proyecto. Asimismo, podrá desprenderse de su/s token/s en el momento que considere oportuno.
¿Y si no funciona? ¿Y si el fideicomiso no llega a un porcentaje habilitante como para comenzar la obra? Me cuesta pensar en negativo, pero llevo 55 años viviendo en Argentina. Imposible no pensar en todo aquello que pudiera salir mal. Así las cosas, cada centavo aportado irá generando intereses en un plazo fijo de manera tal que, si el plan queda trunco, se le reintegre a cada inversor su dinero actualizado.
Tenemos en la ciudad excelentes arquitectos y desarrolladores, permítanme soñar con un desarrollo mixto que contemple viviendas y habitaciones de hotel, un centro de convenciones para vencer la estacionalidad con actividades fuera de temporada, y un ámbito cultural que bien puede ser sustentado con el canon que la cesión del área de juego genere.
Recuperar el casino no implica solo embellecer la vista de nuestra avenida costanera, creo firmemente que constituiría una demostración de que Necochea puede -y debe- ocupar un lugar que lastimosamente fue perdiendo por motivos varios, que no vienen a estas líneas, pero aquellos que peinamos canas conocemos de memoria.
Recuperar nuestro emblema traería aparejado recobrar también esa autoestima de ciudadano orgulloso que alguna vez supimos tener, y que aguardo con ansias ver en la mirada de mis vecinos.
(*) Odontólogo y docente
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