Funcionarios vetustos
Fomentemos crianzas respetuosas donde los niños crezcan con confianza en sí mismos
Hace unos días, el secretario de Culto aseguró que el 30% de los hijos de padres separados sufren trastornos de ansiedad y un rendimiento 25% inferior a hijos con familias consolidadas. El funcionario se basa en “estudios serios” - según su afirmación- con los que concluyó tales aseveraciones.
Ahora bien, ¿a qué referirá con familias consolidadas? ¿A aquellas que muestran las publicidades televisivas con mamá, papá, nena, nene y perro en casas con grandes ventanales al jardín, con cortinas de voile que “flotan” con el viento?
Una familia consolidada es aquella que construye un vínculo afectivo estable, más allá que conviva o no bajo el mismo techo ya que, algunas veces, es más sano separarse y cuidar la salud mental de todos los integrantes que permanecer juntos a cualquier precio. Se puede seguir siendo familia cuando los adultos protegen a los más chicos y los ayudan a cimentar una autoestima que les permite crecer sanos.
La familia nuclear de antaño ha dado lugar a otras configuraciones familiares tan válidas como ésta; familias ensambladas, monoparentales, homoparentales, adoptivas, entre otras tantas como las diferentes formas de amor.
Sería interesante que el secretario sepa que un niño rinde menos en la escuela cuando sufre porque sus padres se pelean o cuando no encuentra paz en su casa, cuando entre luchas de poder se transforma en un rehén, en medio de enfrentamientos de los que es probable que nadie salga beneficiado o cuando los papás o las mamás no lo escuchan o no respetan su individualidad.
No todo es por el divorcio
Y si bien, tal como refirió Francisco Sánchez, algunos pequeños pueden sufrir ansiedad, la causa no necesariamente es por la separación de los padres. Hay niños con miedos intensos o preocupaciones que persisten en el tiempo, pero la o los motivos de tal malestar no se puede reducir al divorcio de los progenitores. Será un profesional quien podrá diagnosticarlo y detectar cómo abordar la problemática.
En este sentido, la educación emocional y el rol de la familia son fundamentales para que un niño crezca sano. Más allá que haya padres separados o no, es necesario que el adulto responsable valore las potencialidades y respete las limitaciones de los más chicos, que felicite y aliente cuando las cosas les salen bien, que pueda acompañarlos cuando hay dificultades y que pueda enseñarle a expresar sus sentimientos y pensamientos mostrando comprensión hacia las posturas, sentimientos y demandas de los otros. Se le puede enseñar a pedir favores, expresando el problema para ser modificado y a saber expresar sus sentimientos en el lugar y momento oportuno y, además, gratitud, afecto y comprensión a quien corresponda
Es a través de los mayores que el niño siente seguridad y la confianza necesaria para aprender que el problema tiene solución y quienes pueden ayudar a identificar debilidades y conflictos internos, a reconocer y controlar las propias emociones y sentimientos, desarrollar la tolerancia a las frustraciones diarias, promover el cambio y la transformación personal, generar o aumentar capacidades y competencias, alentando a sus hijos en lo que les gusta y encontrar formas de enfrentar temores, ansiedad, ira, tristeza, soledad, culpa, vergüenza y ayudarlos a crecer aprendiendo a enfrentar las dificultades.
Fomentemos crianzas respetuosas donde los niños crezcan con confianza en sí mismos, con curiosidad por descubrir y fomenten la sensación de sentirse capaces de hacer, de comunicar lo que piensan y sienten, más allá de las circunstancias que le tocan vivir y de dichos de los funcionarios de turno.///
Por Carina Cabo- Doctora en Ciencias de la Educación
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