Caminar por las calles de Londres es suficiente para percatarse de que un porcentaje altísimo de vehículos ya no combustionan; los clásicos taxis negros londinenses, vehículos particulares, transporte público y autos oficiales son, en su mayoría, eléctricos o híbridos. En menos de una década el número de automóviles eléctricos puros en uso pasó de 400.000 unidades en todo el mundo a unos 20 millones.

 El aumento de su autonomía, uno de los mayores problemas en sus inicios y que actualmente ronda los 355 km de promedio, ha sido un factor clave en el incremento de su acogida entre la población, pero en 2022 circularon en el planeta 26 millones de coches eléctricos: el 70 % eran totalmente eléctricos y el 30 % restante, híbridos enchufables.

Pasamos delante de nuestras pantallas casi el 45 % del tiempo que estamos despiertos, aunque no recibamos notificación alguna, en la semana pasamos más de 18 horas viendo la pantalla. Nos han convertido en dependientes, nos han inoculado una afectación física y psicoemocional creando una necesidad hacia una actividad y las relaciones que esto implica, a través de la tecnología, la interacción digital y un consumo de energía eléctrica. Nuestros sondeos indican que el 93% de las personas tienen entre 4 y 6 dispositivos en su hogar, el uso de la tecnología ha cambiado radicalmente la forma en que vivimos, el 80% reconocen que pierden horas de descanso y sueño a manos de la dependencia que genera el sentimiento de permanente alerta y en ocasiones urgencia por saber y conocer las notificaciones que llegan.

Además, revisar el celular durante los primeros 3 minutos al levantarse y antes de iniciar cualquier actividad, provoca un bombardeo de estímulos generando una dinámica de ansiedad y estrés. Pero la inserción de la evolución tecnológica no solo influye y afecta a las personas de a pie.

Días atrás, Elon Musk advirtió sobre la escasez de electricidad. el CEO de Tesla hizo hincapié en la importancia del suministro eléctrico para el funcionamiento de todos los chips. El crecimiento de la movilidad eléctrica y de la Inteligencia Artificial (IA) está creando una demanda excesiva. En este sentido, dice que el crecimiento de estos dos sectores provocará una elevada demanda de generación de energía eléctrica y es probable que no se pueda generar la suficiente para hacer funcionar todos los microchips. Desde su invención en 1971, el microchip ha tenido un crecimiento exponencial.

Es probable que existan cuellos de botella con el suministro eléctrico, motivo por el cual apuesta por la generación de energía limpia. Para esto, propuso acabar con los combustibles fósiles y comenzar con la transición a las energías renovables. Algunos de los nuevos microchips diseñados especialmente para IA utilizan técnicas de enfriamiento avanzado para contrarrestar los desafíos térmicos, el enfriamiento por inmersión parecería una alternativa viable a las técnicas de refrigeración tradicionales.

El uso de “la placa fría”, requiere un mecanismo que disipa el calor utilizando un flujo de líquido refrigerante ya que los componentes de los semiconductores contemporáneos generan una cantidad considerable de calor en los centros de cómputos dedicados a la IA.

Además, los sistemas de enfriamiento convencionales, como los ventiladores y los aires acondicionados, implican altos costos de operación y energía. En este sentido, la búsqueda de una mayor eficiencia energética es una constante. Algunas soluciones emergentes prometen una CPU un 35% más rápida y un 40% de ahorro total de energía respecto a sus predecesores. Estas dos variables, deseadas y buscadas, se han vuelto críticas a partir de la irrupción de la IA, algunas estimaciones indican que la escasez crónica de oferta de energía, podría escalar al 5% para 2030 probablemente de la mano de la “digitalidad total.///

Por Gabriel Zurdo- Especialista en ciberseguridad, riesgo tecnológico y de negocios

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