El relojero que detuvo el tiempo para pensar
A los 13 años comenzó a aprender el oficio de reparar relojes y joyería. En la pandemia cerró su negocio y comenzó a escribir con la intención de aportar ideas
“Yo nunca escribí y tampoco soy un gran lector. Pero con esto de la cuarentena tenía mucho tiempo y empezaron a surgir ideas”, afirmó Osvaldo Bruzzone, un hombre que ha dedicado la mayor parte de su vida a la relojería y la joyería.
Desde los 13 años, cuando empezó a aprender el oficio, Osvaldo nunca había estado tanto tiempo alejado del taller, pero afirma que quedarse en casa es su pequeño aporte a la comunidad, como algunos textos que han comenzado a surgir en estos tiempos de encierro.
Con mucho tiempo libre, Osvaldo comenzó a escribir chistes, aforismos y cuentos como “El desalojo”, que se publica en esta misma página.
En estos escritos, que firma con el seudónimo de Oswal Bruzz, trata de transmitir sus ideas y también incentivar el ejercicio del pensamiento, además de dar esperanza.
Porque Osvaldo ya pasó una pandemia, que dejó serias secuelas en su vida. Cuando era un bebé se contagió de la polio, lo que afectó seriamente sus piernas y le causó un grado de invalidez que lo ha acompañado toda la vida.
Pero además de su movilidad, aquella pandemia dejó también graves secuelas emocionales en su madre. “Mi mamá se enfermó para toda la vida”, dijo Osvaldo, quien afirmó que la gente no debe tener miedo.
“Nosotros éramos muy pobres y dormíamos todos juntos en una habitación. Yo dormía con mi hermano y él no se contagió”, explicó.
La polio no impidió que Osvaldo pudiera aprender un oficio, trabajar y formar una familia junto a su esposa Marta. En unos días cumplirá 76 años y es el orgulloso padre de dos hijos ya grandes: Gabriel, de 51 y Lorena de 36.
El oficio
Para Bruzzone la relojería y joyería fue prácticamente un legado familiar. Su tío abuelo era relojero y de él aprendieron el padre y el tío de Osvaldo.
“Mi padre era relojero y mi tío grabador, aunque mi papá trabajó durante muchos años en una casa de fornituras, que son las piezas de relojería”, explicó.
Por ello no es raro que él haya comenzado a trabajar en el taller a los 13 años en un negocio de la calle Libertad, en el centro de la Capital Federal.
Poco después, siendo muy joven, abrió su propio negocio junto a su amigo Juancito. Los dos se turnaban para trabajar en el taller y atender a los clientes. Pero cuando el socio enfermó, Osvaldo quedó solo al frente del negocio.
Tuvo una joyería de barrio durante muchos años en Vicente López, mientras su esposa Marta tenía una peluquería en José León Suárez. Pero la familia vivía en Boulogne, por lo que la vida no era fácil.
“Me asaltaron dos o tres veces”, explicó Osvaldo que pese a todas las adversidades comenzaba a ver los frutos del trabajo.
Sin embargo, un día Marta le planteó que no podían seguir viviendo a ese ritmo y por medio de un conocido que se había radicado en Necochea, llegaron a la ciudad en 1974.
“Tuvimos que empezar de nuevo”, afirmó Osvaldo.
En un local donde funcionaba al frente la peluquería de Marta y detrás el taller de Osvaldo, y con “un esfuerzo descomunal”, volvieron a ponerse en marcha.
En su taller Osvaldo comenzó a trabajar para joyerías y relojerías de la ciudad hasta que pudo instalar su propio local en pleno centro. “Todo hecho con estas manos”, afirmó.
A pesar de lo especializado de su trabajo, Bruzzone se define como “un obrero” y afirma que todo lo ha hecho “con un enorme sacrificio”.
Si bien hoy necesita trabajar, como todos, Osvaldo afirma que su aporte a la comunidad es quedarse en casa, por eso ha preferido mantener su joyería cerrada.
Aunque también es consciente de que el escenario está cambiando. “La tecnología mata cualquier oficio. Lo triste es que a pesar de ello no ha permitido abaratar los precios de ningún producto”, se lamentó Osvaldo.
No obstante, no pierde las esperanzas de poder volver pronto a su trabajo. Mientras, sigue escribiendo sus ideas con la intención de hacer reflexionar a quienes leen sus escritos sobre la necesidad hacer un cambio profundo en nuestras vidas.
El desalojo
Un día me acerqué a un sauce porque despertó en mí la curiosidad de saber por qué siempre lloraba, y este me respondió: “Esas lágrimas no solamente son de llanto sino también de alegría”.
De inmediato le pregunté qué sentía cuando eran de alegría y este me contestó: “Esas son cuando sale el sol, cuando llueve, cuando la gente sonríe, cuando veo justicia, cuando veo personas honestas, cuando no hay guerras, y así, podría seguir nombrando muchas otras tantas más”.
Entonces rápidamente le dije: “Bueno, ahora dime por las lágrimas de dolor”.
“Me causa angustia la injusticia, la perversidad, la avaricia, el egoísmo, el poder desmedido, la arrogancia, la deshonestidad; y esto se debe a que los seres humanos no piensan en el desalojo. Nadie en la historia de la humanidad lo ha podido evitar, ni el más rico y poderoso de la Tierra, me refiero al desalojo de la vida nuestra. Puede ocurrir en cualquier momento, por eso pensemos en comportarnos mejor para que esto se materialice y tengamos siempre presente, el desalojo”.