El primer embarque desde Quequén
El rol del sacerdote de Lobería José María Suárez García como cronista de los orígenes portuarios en la región
JUAN JOSE FLORES
Redacción
El 4 de octubre de 1870 es, para muchos, una fecha emblemática en la historia de la región: el día en que, según la tradición, se realizó el primer embarque de trigo desde las costas de Quequén. Aunque los detalles del suceso son escasos —no se conoce con certeza el origen del cereal, ni el nombre del pailebot que lo transportó, ni quién actuó como agente comercial—, el hecho ha adquirido un carácter fundacional gracias al trabajo de uno de los principales referentes de la historiografía regional: el sacerdote José María Suárez García.
Autor de la monumental Historia del Partido de Lobería, publicada en dos tomos en 1949, el padre Suárez García no sólo ejerció su ministerio religioso en la región, sino que se convirtió en un cronista minucioso de sus transformaciones.
Fue él quien, al reproducir una carta enviada por Pedro Flores —entonces juez de paz del Partido de Lobería— al gobierno provincial, dejó registrada una breve pero significativa mención: “el puerto de Quequén está habilitado”.
Esa simple línea, que aparece en la página 473 de su obra, ha servido para que el 4 de octubre se fije en la memoria colectiva como el inicio formal de la actividad portuaria en Quequén. Sin embargo, un análisis más detenido sugiere que dicha fecha no refleja con precisión el embarque, sino más bien la instancia administrativa mediante la cual se notificó su realización. En otras palabras, lo que se conmemora no sería tanto el hecho en sí, sino su oficialización ante el “Superior Gobierno” de la Provincia.
Este tipo de confusión no es inusual en la construcción de efemérides. Como ocurre en otras regiones, muchas veces la historia se escribe desde lo simbólico, más que desde la rigurosidad documental. Y este caso no es la excepción. Incluso, con el correr del tiempo, algunos investigadores pusieron en duda la veracidad de aquel primer embarque.
Uno de los más críticos fue el historiador marplatense Roberto Cova, quien hacia 1960 recorrió las márgenes del Quequén y sostuvo que no existía evidencia de un muelle operativo en 1870. En su libro Pedro Luro. Un pionero de la Pampa (1983), Cova argumentó que los verdaderos impulsores del puerto —como Pedro Luro y Ezequiel Gil— recién comenzaron su actividad en la zona en la década de 1880. Para él, los restos que algunos identificaban como vestigios del antiguo muelle no eran otra cosa que los de una balsa utilizada para cruzar el río.
Entonces, ¿es correcto conmemorar el 4 de octubre de 1870 como el inicio de la historia portuaria regional? La respuesta, como muchas veces sucede en el campo de la historia, no es unívoca. Las efemérides, más que certidumbres absolutas, suelen ser consensos sociales. Representan hitos simbólicos que ayudan a construir una identidad común. Su importancia reside más en su valor como punto de encuentro entre generaciones que en su precisión documental.
En este marco, la figura del padre José María Suárez García cobra una relevancia especial. Su aporte como historiador regional permitió fijar un relato que, con el tiempo, se convirtió en parte del ADN de quequenenses y necochenses.
No fue el único que escribió sobre el pasado regional —otros nombres como Egisto Ratti también contribuyeron a esa tarea—, pero su mirada tuvo la particularidad de combinar vocación pastoral con compromiso por la memoria histórica.
Como toda construcción historiográfica, su visión dejó fuera otros hechos igualmente significativos: el pedido del gobernador Rosas en 1836 para estudiar la factibilidad de un puerto en el Quequén Grande, las observaciones de Benito Machado en 1854 sobre el potencial portuario de la región, o la solicitud presentada por Martínez de Hoz en 1863 para levantar un muelle. Todos ellos podrían haber sido considerados puntos de partida, pero fue la cita de Suárez García la que terminó imponiéndose como referencia.
Hoy, a más de 150 años de aquel supuesto embarque, Puerto Quequén es una de las terminales marítimas más importantes del país. Su crecimiento es el resultado del esfuerzo colectivo de generaciones de productores, trabajadores, técnicos y funcionarios. La historia de su origen, más allá de fechas exactas, sigue siendo motivo de reflexión y orgullo. Y la figura del sacerdote-historiador que la registró permanece, como el propio puerto, firme en la memoria local.
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