El fundador de la Necochea turística
Los vecinos de la vieja Necochea creían que Julián Azúa era un excéntrico (“El Loco de la Costa”) y que su proyecto de construir un hotel en la playa era irrealizable
Por Juan José Flores
Redacción
En 1888 el periodista de origen español Antonio Noguera publicó un libro titulado “Necochea, su historia, progreso y porvenir”. Es la primera publicación que se conoce sobre nuestra ciudad y también una de las menos conocidas.
El libro salió de la imprenta El Eco de las Niñas, que se encontraba ubicada en la calle Uruguay 481, en la Capital Federal.
Noguera narra el naufragio del velero “El Filántropo”, hecho que considera el origen de la fundación de la ciudad.
Aquel periodista español radicado en la Necochea aldea, vio nacer a la ciudad y dejó registro en su libro de hechos y estadísticas que se convertirían en historia.
Nadie mejor que él para dar cuenta de la figura de un personaje hoy legendario, pero que fue tan importante para la historia necochense como Murga, De la Canal y los Días Vélez: el visionario Julián Azúa.
“Inoficioso sería recomendar las saludables aguas del Atlántico; las apacibles tardes del verano transcurren deliciosas en “La Perla del Océano” (más tarde “San Sebastián Argentino”), como la ha bautizado un hombre constante y laborioso, don Julián Azúa, que a costas de sacrificios y empeños ha conseguido levantar en la orilla del mar, un establecimiento de baños”, escribía Noguera.
“Este hombre, uno de los primeros pobladores de Necochea, merece con sinceridad un aplauso. Su hombre nunca será extraño para Necochea, porque Necochea nunca olvidará al hijo del trabajo, que con el sudor de su frente, ha escrito en su suelo una página digna, decorosa y brillante de progreso”, agregaba.
“Este hombre, con su capital y energía propias de la raza vascongada a que pertenece, se propuso llevar a cabo, hace como cuatro años (1884), la empresa más temeraria que hasta hoy se haya concebido en Necochea y que su profunda penetración le hacía ver su hermoso porvenir”, precisaba Noguera. “¿Pero quién era capaz de pensar en esa época, que pudiese mantenerse firme un edificio en la costa del Atlántico? ¡Con qué objeto?... Para baños, decía Azúa y los que lo veían afanoso y entusiasta, huían porque aquello era una locura; pero cuántas más decepciones recibía, más empeño demostraba y cuando más lo abandonaba, más fuerte se sentía”.
De acuerdo al periodista, la empresa parecía imposible: “¿Quién se atrevería a suministrarle los elementos necesarios para levantar su castillo? Nadie, seguramente, pero no por eso desmayaba ni menos el no contar con brazos que lo ayudaran, porque aquello era pedir peras al olmo. No, por el contrario, él mismo con sus propias manos, ayudado de su joven hijo, iba apilando piedra sobre piedra, ya revolviendo la mezcla de arena y cal, para empezar más tarde la obra de carpintería que habría de proporcionarle un techo donde repararía los días de fatiga, recompensando las crueldades del invierno, mitigando los rigores del verano”.
“Esa obra digna solamente de un espíritu gigante, como merecida recompensa, le mereció el apodo de ‘El loco de la costa’”, indicaba Noguera.
Pero ya para 1888, cuando se publicó el libro, Azúa había levantado su hotel y su balneario. “Hoy día es el paraje más concurrido, no sólo por los del pueblo, sino que de año en año ha ido aumentado el número de bañistas extranjeros que han quedado completamente encantados de esa mansión saludable y poética, que les ha proporcionado los más felices momentos de tranquilidad y bienestar”, describía el libro.
“El último verano, las 48 casillas de baño que existían, han sido insuficientes para contentar a la inmensa concurrencia que afluía. Felizmente, este año entró en grandes reformas, que podrían satisfacer las exigencias necesarias, pues, además de refaccionar completamente el hotel y aumentar su persona, las casillas serán duplicadas, explicaba.
“Al comparar el ayer con el hoy, se me ocurre una plegaria en favor de Necochea. Dadle, Dios poderoso, muchos locos como Azúa”, finalizaba Noguera.///
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