El fin de un sueño
Hace 44 años, en julio de 1980, se frustraba la obra del Frente Marítimo propuesta por el gobierno de Alberto Percario. Muchos años antes otro intendente había propuesto una iniciativa colosal
JUAN JOSE FLORES
Redacción
Hace 44 años, el 15 de julio de 1980 el intendente Alberto Percario llamaba a una conferencia de prensa para anunciar que la anhelada obra de ampliación del Frente Marítimo que había comenzado a gestionar hacía casi una década, no se iba a realizar.
En la conferencia el jefe comunal explicó que el grupo de empresas que había ganado el concurso para realizar la obra, había renunciado a llevar adelante el imponente proyecto.
La decisión del grupo se debió a la falta de garantías de recibir un importante aporte económico de la Provincia de Buenos Aires.
El Frente Costero era un ambicioso proyecto que el propio Percario había comenzado a impulsar en los años 70. En octubre de 1972 había gestionado ante la Dirección de Planeamiento Territorial, dependiente del Ministerio de Obras Públicas, nuevo equipamiento turístico, poniendo el acento en lo deportivo.
Ideas
En esa misma época surgió la idea de levantar en nuestro balneario un hotel internacional, gimnasio cubierto y otros escenarios para el deporte.
Pasaron otros dos años y surgieron nuevas propuestas, tales como la construcción de una gran pileta con agua salada en el interior del Parque “Miguel Lillo”.
Finalmente, en julio de 1977 la Municipalidad local llamó a concurso de antecedentes para la remodelación del Frente Marítimo.
Se presentaron 26 firmas, de las que quedaron 23 a estudio de la comisión formada al efecto.
El 3 de octubre de 1977 se procedió a seleccionar tres equipos de arquitectos entre los presentados, a los que se solicitó elaborar propuestas de metodología de trabajo.
Siguió el tiempo inexorablemente. Hasta que el 14 de enero de 1978 se firmó el proyecto de remodelación del Frente Marítimo entre la Municipalidad y el estudio de arquitectura Llauró, Urgell y Asociados.
No solamente se elaboró el ambicioso proyecto, sino que también se propuso la forma de financiación o de concreción, a través del sistema de concesión a la actividad privada.
La iniciativa recibió el impulso de la provincia, que incluso llegó a avalar económicamente el proyecto.
Finalmente, el 16 de enero de 1980 se procedió a preseleccionar el consorcio integrado por las firmas Di Tullio, Dara y Yarques, que se proponían llevar adelante las obras en un plazo de 9 años y con un canon anual de 28.800.000 pesos.
Según un artículo publicado en Ecos Diarios el 13 de abril de 1980, el proyecto urbanístico pretendía que el Frente Marítimo, “lejos de interponerse entre la ciudad y la playa”, diera lugar “a una transición que en medio de una gran fluidez ofrece: edificios de viviendas, galerías comerciales, estacionamientos públicos y privados, confiterías, restaurantes, centros de actividad cultural, recreativa y deportiva, campos de deportes, hotel internacional, etc.”
Meses más tarde, la renuncia del consorcio ganador del concurso dio el revés al proyecto. Si bien se llamó a una nueva licitación, que también terminó en fracaso, y se intentó convocar a una tercera, la iniciativa se convirtió con el tiempo en una utopía.
Con la llegada de la democracia se iniciaron acciones legales contra la comuna y los partidos políticos llegaron a un acuerdo para descalificar el proyecto del Frente Marítimo.
Fue el final del proyecto y si bien luego surgieron otras iniciativas como el Frente Costero Sur y Norte, el gigantesco proyecto nacido en los 70 quedó en el olvido.
Otro sueño
Muchos años antes, en 1911, un ex intendente necochense creó una sociedad anónima para construir el establecimiento balneario más grande de la ciudad: la explanada “Las Grutas”.
El doctor Alberto Nazarre, primer jefe comunal de nuestra ciudad, estaba dispuesto a invertir grandes cantidades de dinero con el único objetivo de elevar el nivel de la ciudad.
Formó una sociedad anónima con el fin de construir frente a la playa un gran establecimiento balneario, comenzando por la edificación de un soberbio hotel cuyas dimensiones y estilo reflejaran la suntuosidad de las construcciones de la época.
Este proyecto se basó en el análisis de todas y cada una de las bondades con que cuenta nuestra ciudad. En una solicitada (fechada en 1911) que fuera elevada al ministro de Agricultura (que por entonces era el doctor Eleonoro Lobos), se exponían claramente las razones que llevaron a concebir el proyecto.
La solicitud, firmada por Antonio Lavarán, señalaba: “Una de las necesidades más apremiantes y sentidas para los millares de bañistas que anualmente concurren a la playa de Necochea, es poseer un sitio de recreo para solaz y esparcimiento del espíritu, fuera de los hoteles y de la Rambla que hoy existe”.
Agregaba que “en los alrededores del balneario existen parajes a propósito para hacer construcciones que satisfagan estas necesidades” y que no se debían demorar las obras “indefinidamente, esperando siempre que ellas se hagan con recursos del Estado, por cuanto al capital privado se le está indicando la oportunidad de hacer una inversión de dinero en obras de esa naturaleza, en la seguridad de que le aportarán un positivo beneficio”.
Lavarán añadía que la sociedad deseaba “contribuir en forma eficaz al progreso y al prestigio del balneario de Necochea, que teniendo la playa más tranquila y extensa del país, ha permanecido hasta ahora poco menos que ignorada, por causas por todos conocida y que no hace al caso repetirlas”.
El documento también solicitaba al gobierno “200 metros con frente al mar, por el fondo que da toda la extensión de la playa en las inmediaciones del paraje denominado Las Grutas”.
“En este espacio será levantado a la altura conveniente para salvar las mareas extraordinarias, una rambla con salones y demás dependencias exigidas por un sitio de recreo moderno, tal cual se conoce en nuestro país y en los balnearios europeos”, agregaba. Precisaba además que “las construcciones reunirán la necesaria solidez para seguridad de las personas, siendo el material a emplearse de madera de pino de tea y pino blanco en buenas condiciones”.
“Estas obras no afectarán en modo alguno, al tránsito público, ni a la navegación, formulando esta solicitud, con carácter precario y comprometiéndome a pagar todos los impuestos provinciales o municipales que la legislatura o el Concejo Deliberante de la Municipalidad local impusiere anualmente”, concluía la solicitud de Lavarán. Al igual que ocurriera con el Frente Marítimo 70 años más tarde, el complejo Las Grutas quedó en los planos.///
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