El celular como extensión de la mano
Es raro salir de nuestra casa sin ellos. Pero cuando su uso se torna constante, hay señales de alerta que se encienden
Por Marian Durao (*)
Colaboración
La realidad post-pandémica nos ha hecho normalizar el excesivo tiempo que pasamos conectados y la falta de consciencia de cómo esto afecta nuestra relaciones. Si estamos hablando con alguien con el teléfono en la mano no es igual a no tenerlo. Si estamos comiendo y dejamos el celular en la mesa, no es lo mismo que si no está a la vista. No solo porque vamos a tenerlo menos presente y disminuiremos la necesidad del chequeo sino porque será diferente la sensación que tenga quien o quienes se encuentren con nosotros.
Lo interpersonal se ve afectado por la urgencia del chequeo. Se llama Phubbing al hecho de ignorar a otros o ser ignorados por estar mirando el celular y tiene consecuencias psicológicas ya que produce malestar y problemas interpersonales.
Con cada chequeo o encendido de la pantalla se genera una descarga de dopamina similar a la que puede experimentar un fumador cada vez que enciende un cigarrillo. Cuando necesitamos cada vez más dopamina para experimentar la misma satisfacción o alivio y por otro lado nos encontramos cada vez más tiempo conectados, corremos el riesgo de sembrar el terreno propicio para desarrollar una adicción.
Esto refleja una lucha interna entre el placer momentáneo y las repercusiones a largo plazo. Se ha documentado que la ansiedad y la necesidad de revisar mensajes inmediatamente se activan con las notificaciones del teléfono, lo que puede funcionar como una adicción tanto en niños como adultos. La dependencia del teléfono puede manifestarse en una compulsión por estar siempre conectados, una necesidad de recibir constantemente dopamina a través de recibir likes o mensajes.
Es muy fácil que este aluvión de mensajes, reels e historias compitan con nuestras horas de sueño, nuestra capacidad de concentración, trabajo y con nuestros afectos. Para gestionar de manera efectiva el tiempo que pasamos enganchados a nuestras pantallas, es crucial adoptar estrategias conscientes que equilibren nuestra interacción con la tecnología. Implementar límites temporales a través de herramientas y configuraciones en nuestros dispositivos puede ser un primer paso para moderar nuestro consumo digital.
Establecer espacios en nuestro hogar donde la presencia de los dispositivos electrónicos estén restringidos, como en el dormitorio o alrededor de la mesa de comedor, nos ayuda a recuperar la calidad de nuestras interacciones personales y el descanso.
Es vital usar la tecnología de manera intencional, reflexionando sobre la necesidad y el impacto de nuestro uso del celular en momentos específicos.
No vamos a dejar de usar el celular, nos es muy útil. Nuestro gran desafío es tomar consciencia de que es muy adictivo, hay muchas empresas invirtiendo mucho dinero y disputándose nuestra atención y que debemos aprender a dosificarlo. Quizás sea una buena idea usarlo menos, desactivar notificaciones, silenciar grupos y tratar de hackear nuestro algoritmo evitando entrar en los perfiles que nos sugieren y mirar los reels recomendados. En la autoconciencia y el equilibrio podrían estar las claves de la salud digital.
(*) Doctora en Psicología Especialista en Neurociencias y Terapia Online
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